Lo que inició con Britta "Major" Bergmann, la primera punk que se convirtió en enemiga del estado, primero por su apariencia, después por la resistencia y finalmente por una repetición del punk que iba más allá del pelo en punta, era una revolución desde abajo que impulsó comunidades, la toma de edificios abandonados, acciones concretas relacionadas con la música y la construcción de otra realidad.
Tim Mohr escribe desde la emoción posterior, ver el impacto del movimiento que inició con una chica de 15 años en 1977, lo que se construye ilegalmente, la persecución, los métodos para ocultar las letras de las canciones y la manera en la que la Stasi trató de romper a los punks que, a diferencia de los del Reino Unido que basaban su experiencia en el "no future", al vivir en una dictadura se oponían al exceso de futuro planeado y dictado por el estado.
El director de la Stasi, Erich Mielke, tomó medidas duras contra los punks. La policía secreta atacó y recurrió a diversas tácticas para corroer la escena desde adentro, difundieron rumores, trataron de expatriarlos (solo Major abandonó el Este después de diversos arrestos, tortura y tiempo en prisión), pusieron espías a su alrededor, se infiltraron y hasta crearon un punk aprobado por el estado.
Para entender las comunas, las colectivas e incluso el surgimiento del Love Parade, es necesario sumergirse en Burning Down The Haus, la unión de las dos Alemanias y el gran impulso cultural de la actualidad parte del legado de bandas como Planlos, Die Fanatischen Friseure, L'Attentat, Bandsalat, Schleim-Keim, Namenlos y Wutanfall.
Lo que encontró el escritor al unirse a la escena de música electrónica, con una efervescencia de clubes y el espíritu de comunidad que descubrió, fue su inspiración para seguir la historia. Sus primeros contactos estaban justo a su lado en las tornamesas, eran los punks que tiraron el muro y que le brindaron diversas líneas para investigar en los archivos desclasificados de la Stasi.
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