La melancolía, la belleza y los juegos de voces dirigen su cuarto álbum, construye a partir del espacio negativo del silencio pequeños instantes para asirte en la noche. Aunque no se aleja de la estructura de las canciones que ya conocemos, no significa que se haya quedado en un terreno seguro, se reconoce su sello y al mismo tiempo descubrimos capas de sonidos que van creciendo conforme le damos vueltas al disco.
Arreglos de cuerdas por aquí, un piano por allá, pasajes instrumentales, la voz de Obel en canon o siendo amplificada para crear sus propios coros, sin duda es lo que más ha crecido con los años.
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