El velo, el baile, los comentarios sobre la conexión que existe entre su música y la manera en la que la comprende el público mexicano (somos darks, ni como negarlo) y la voz, sobre todo la voz, hicieron que la noche se cubriera de nostalgia, gloriosos grises y la necesidad de dejarse llevar por una propuesta que entre violín, guitarra y secuencias conmovió todos los oídos.
Dos botellas de mezcal, que no fueron suficientes según explicó Zola Jesus, y trece canciones, eso si era lo que necesitábamos nosotros para balancearnos entre los conceptos de vida y muerte que representa su disco 'Okovi', a final de cuentas se trataba de alborotar emociones, incluso las que contrastan entre el comentario político (una voz que también se suma empática contra el muro de Donald Trump en la frontera con México) y la necesidad de bailar 'Dangerous Days', si "on the floor, on the ground, on the stairs, on the way" o en un pequeño espacio agitado por los cuerpos alrededor, que se emocionan tanto como la noche anterior, pero no se arremolinan sudorosos como sucedió con A Place To Bury Strangers, Antibalas y Curtis Harding.
Aquí solo nos movemos ligeramente pero cargados de sensaciones guiadas por ella solita, subida en un banco, lanzándose en un instante hacia el público, incomodándose dulcemente ante un micrófono para realizar su número de stand up, como lo llamó, y hablarnos de la manera en que las diversas tristezas reflejadas en sus canciones son perfectas para noches de sábado.
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